Pilar

Era verano, y a pesar del calor del sur que suele dejarte con pocas ganas de moverte, yo andaba con mono de hacer fotos y de repente, Pilar.
Intercambiamos unos cuantos mensajes por Instagram, los suficientes para concretar que las fotos serían de desnudo, el día, la hora y que las haríamos en casa. Y eso es prácticamente todo lo que hablamos antes de vernos.
Llegó el día de la sesión, Pilar llamó al timbre, la recibí y empezamos a hablar un poquito para conocernos. Creo que ambas estábamos un poco cortadas, pero a la vez, teníamos muchas ganas. No había idea establecida, solo improvisar y crear algo juntas mientras hablábamos, charlábamos y nos seguíamos conociendo.
El atardecer se iba colando por mi ventana mientras Pilar se fundía en él. Juntos creaban formas, se unían y separaban, formaban puzzles de luces y sombras y yo cada vez me emocionaba más al ver tanta magia.
Pilar tiene algo que atrapa, o lo mismo son muchas cosas. Tiene una mirada que te transporta y te deja ver un poquito de su interior. Es muy especial. La forma en que mueve su cuerpo, sus manos, su fragilidad llena de fortaleza. Y esa energía que hace que, aunque no la conozcas, la sientas casa.
Pasan los años y sigo volviendo a su sesión y a esa sensación de haber conectado de una forma casi mágica que nos llevó a crear juntas algo muy bello. Tanto me gustó la experiencia y el resultado que algunas de las fotos que hicimos cuelgan en las paredes de casa y de vez en cuando me transportan a aquel momento.
En mis talleres siempre digo que las fotos se hacen entre quien fotografía y la persona fotografiada, que tan importante es una como la otra, y que cuanto más sinergia haya entre ellas, mejor será el resultado. Lo creo firmemente y esta sesión es buen ejemplo de ello.

 

Una de las canciones que acompañó esta sesión y que me devuelve a ella:

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *